sábado, 26 de abril de 2008

EL MAR ERA UN LATIDO

MI VOZ

He nacido una noche de verano

entre dos pausas. Háblame: te escucho.

He nacido. Si vieras qué agonía

representa la luna sin esfuerzo.

He nacido. Tu nombre era la dicha;

bajo un fulgor una esperanza, un ave.

Llegar, llegar. El mar era un latido,

el hueco de una mano, una medalla tibia.

Entonces son posibles ya las luces, las caricias,

la piel, el horizonte,

ese decir palabras sin sentido

que ruedan como oídos, caracoles,

como un lóbulo abierto que amanece

(escucha, escucha) entre la luz pisada.


Con este poema se abre Espadas como labios (1932), segundo libro de Vicente Aleixandre. Tal día como hoy se cumplen 110 años de su nacimiento, en Sevilla.

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