sábado, 26 de abril de 2008

EL MAR ERA UN LATIDO

MI VOZ

He nacido una noche de verano

entre dos pausas. Háblame: te escucho.

He nacido. Si vieras qué agonía

representa la luna sin esfuerzo.

He nacido. Tu nombre era la dicha;

bajo un fulgor una esperanza, un ave.

Llegar, llegar. El mar era un latido,

el hueco de una mano, una medalla tibia.

Entonces son posibles ya las luces, las caricias,

la piel, el horizonte,

ese decir palabras sin sentido

que ruedan como oídos, caracoles,

como un lóbulo abierto que amanece

(escucha, escucha) entre la luz pisada.


Con este poema se abre Espadas como labios (1932), segundo libro de Vicente Aleixandre. Tal día como hoy se cumplen 110 años de su nacimiento, en Sevilla.

martes, 22 de abril de 2008

AJEDREZ


El 22 de abril de 1899 nacía Vladimir Nabokov, aristocrático novelista y cazador de mariposas, creador de crucigramas y profesor de literatura, portero de futbol amateur y traductor al inglés de Pushkin. Pese a su fama de misántropo concedió gran número de entrevistas y en todas ellas se mostró por igual brillante y encantador.

"Lo que siempre me ha gustado en el ajedrez son las trampas, los trucos ocultos. Por eso abandoné las partidas y me dediqué a la composición de problemas. No dudo que hay un vínculo íntimo entre algunos espejismos de mi prosa y el tejido brillante y oscuro a un tiempo de los problemas de ajedrez, enigmas mágicos, cada uno de los cuales es fruto de mil y una noches de insomnio"

(Traducción de Lluis María Todó)

lunes, 21 de abril de 2008

EL FRANCOTIRADOR








Raymond Williams

Solos en la ciudad

Debate, 1997







Tal y como promete el subtítulo del libro, y el autor mismo explicita en la advertencia preliminar, este libro recopila "una serie de conferencias acerca de la novela inglesa desde Charles Dickens hasta D. H. Lawrence, que he ofrecido en los últimos siete años en la English Faculty de Cambridge". Raymond Williams se atreve incluso a poner fecha concreta al tumultuoso periodo que examina: de 1846 (año del inicio de la publicación por entregas de la "radicalmente innovadora" Dombey e hijo) a 1928 (año de publicación de El amante de Lady Chatterley), y en el intervalo se publica la obra de, ahí es nada, Charlotte y Emily Brontë, George Eliot, Thomas Hardy y Joseph Conrad. Solos en la ciudad propone un estimulante análisis de la novela anglosajona de la época -mediante fértiles glosas de los autores citados-, ante el problemático paso del campo a la ciudad que supuso la revolución industrial. Ya desde las primeras páginas, el autor no deja de llamar la atención acerca de los temas que orientan la intención rectora del libro:

"En qué consiste una comunidad, qué ha sido, en qué puede convertirse: cómo se vincula con los individuos y sus relaciones; cómo los hombres y las mujeres, directamente comprometidos, se ven a ellos mismos o van más allá de ellos mismos. Cómo dibujan, a veces a favor, pero con más frecuencia en contra de sus propias figuras, la forma de una sociedad" pag. 12

Siguiendo al pie de la letra los preceptos de la novela victoriana, para Jane Austen "los vecinos no son las personas que literalmente viven más cerca. Son aquellas que viven un poco más lejos pero a las que, en acto de reconocimiento social, se puede visitar". Un formidable salto cualitativo se produce a partir de Charles Dickens (1812-1870), que provoca una ruptura dentro de la historia de la novela no tanto porque otorgue por vez primera carta de naturaleza a los "humillados y ofendidos", sino porque en sus ficciones crea una nueva conciencia de "relaciones desconocidas e inadvertidas, conexiones profundas y decisivas, reconocimientos definidos (...) Se trata de vinculaciones reales e inevitables, de los necesarios reconocimientos y confesiones de cualquier sociedad humana, aunque se vean oscurecidas, complicadas y enmascaradas por la prisa, el ruido y lo variopinto de este orden social nuevo y complejo" pag. 37.

A continuación, Williams analiza brevemente la obra de las hermanas Brontë, donde las referencias a la crisis social se han visto a menudo ensombrecidas -sobre todo en Cumbres borrascosas (1847)- por una exhibición de la pasión amorosa, no en vano respecto a esta última se asegura que "no existe novela en la literatura inglesa que contenga tal intensidad y dimensión en los sentimientos". De George Eliot (1819-1880), pseudónimo de Mary Ann Evans y autora de obras maestras como El molino junto al Floss (1860) y Middlemarch (1872), se destaca la tensión surgida por la actitud insumisa de sus personajes entre "una idea de responsabilidad y coraje para la vida" y la realidad de un mundo "limitado y frustrante"

En cuanto a Thomas Hardy (1840-1928), que publicó entre otras Lejos del mundanal ruido (1874), El alcalde de Casterbridge (1886) y Jude el oscuro (1895) antes de dedicarse por completo a la poesía, se revela su verdadera personalidad, esto es, un "observador educado y participante apasionado en un periodo de cambio radical y general" y al tiempo "Hardy consiguió poner en el centro de sus novelas el proceso corriente de la vida y el trabajo. A pesar de su posición de observador cultivado, todavía toma la acción novelística de la vida ordinaria de sus compatriotas. El trabajo está presente en sus obras más decisivamente que en cualquier otro escritor inglés de comparable importancia" pag. 137

Respecto al imprescindible Joseph Conrad (1857-1924) la atención se centra en las obras de mayor contenido social como El corazón de la tinieblas (1899), Nostromo (1904) y El agente secreto (1907) y, así, Raymond Williams observa con singular agudeza: "Conrad alcanza a construirse completamente una identidad como novelista cuando imagina y crea a partir de su propia experiencia" para terminar finalmente emulando el poderoso estilo Joseph Conrad: "la soledad no es la condición del hombre, sino la respuesta, la respuesta trágica, a una acción y una historia (...) El mundo imaginado, único, fruto de una creación deliberada, el mundo ahora conocido del polaco inglés: Conrad el explorador, el incansable, el que atravesó los mares"

Por último, le llega el turno a D.H. Lawrence (1885-1930), autor entre otras de Hijos y amantes (1913) y Mujeres enamoradas (1920) del que con vocación sin duda polémica o subversiva se llega a afirmar: "fue el más dotado novelista inglés de la época" y sus novelas son "una especie de milagro del lenguaje".

Raymond Williams (1921-1988), de origen galés y ascendencia proletaria, pasa por ser uno de los más prestigiosos críticos culturales del pasado siglo que, dotado de una aguda capacidad de penetración bajo una óptica inequívocamente marxista, ha ido conquistando una posición tan excéntrica e irreductible como necesaria: la del francotirador. Y no desde otro lugar se puede ejercer la crítica literaria con la suficiente dosis de autonomía y la perspectiva adecuada (como recordaba Ignacio Echevarría hace poco más de una semana)


Hasta pronto

viernes, 18 de abril de 2008

EN ESTADO DE GRACIA






Pablo D'Ors
El estupor y la maravilla

Pretextos, 2007










Una propuesta tan arriesgada como El estupor y la maravilla resulta, en primera instancia, no sólo insólita sino un tanto intempestiva, pues hay que remontarse a mediados los años ochenta del pasado siglo para encontrar por estos pagos una obra con tamaña ambición, similares premisas y parecida enjundia (me refiero, por supuesto, a La dama del viento sur de Javier García Sánchez). En la triste situación actual de las letras españolas hay que saludar con el entusiasmo que merece una obra de estas características.

El estupor y la maravilla pasa por ser las memorias de Alois Vogel, vigilante durante veinticinco años del Museo de los Expresionistas de Coblenza. No exageraría en absoluto quien una vez leído el libro asegurara que la acción trascurre entre las cuatro paredes del imaginario museo. Acotando más si cabe el escenario por un prurito de exactitud, digamos que toda la novela acontece en la cabeza de Alois Vogel. El escritor que desdeña el argumento debe construir -con el fin de evitar el bostezo y persuadir al lector en su empeño- una voz narrativa seductora y poderosa a la vez. Pablo D'Ors lo consigue desde la primera línea

"Dicen que la tarea que desempeño desde hace veinticinco años -ser vigilante en un museo- es completamente inútil; yo no lo creo, no al menos completamente, y ello porque casi todo en este mundo necesita ser vigilado, al menos en ocasiones. No me refiero sólo a los presos en la cárcel, a los enfermos en el hospital o a los locos en los manicomios (gentes, todas ellas, que han de ser vigiladas más que cualesquiera otras), sino también a las fieras en el zoológico -que de alguna manera son vigiladas-; a los niños en la escuela -a los que se suele brindar más vigilancia que educación-; y, por supuesto, a los trabajadores de una empresa -a quienes no es infrecuente encontrar holgazaneando cuando no se los vigila-." pag. 15

Aunque contiene también el relato minucioso de una obsesión -el vuelo de una mosca, las arrugas del pantalón, una mancha de humedad en el techo, el taconeo de una misteriosa visitante- y una hermosa historia de amor en la edad madura, El estupor y la maravilla no esconde el propósito de realizar, sobre todo, un homenaje a lo insignificante, a lo trivial, mediante una radical exaltación de la mirada que llega al punto de parecer en algún momento casi una epifanía de la contemplación mística (aquí viene al caso recordar que, no en vano, Pablo D'Ors, además de escritor y colaborador en un suplemento literario, es sacerdote y teólogo)

"Cuando miramos algo mucho tiempo, sea lo que sea, terminamos por afirmar su fealdad e insignificancia, o incluso su ridiculez, Ahora bien, si ese mismo objeto o persona se mira durante mucho más tiempo, esa insignificancia y fealdad, ese inevitable ridículo, se trastoca misteriosamente en belleza y sentido" pag. 114-115

"Y es que he llegado a un punto en el que todo -hasta lo más pequeño, sobre todo lo más pequeño- me produce un hondo estupor. Ante cualquier cosa que vea, toque, guste, oiga o huela, me sobreviene la impresión de estar frente a una maravilla. Y eso es lo que he descubierto en estos años: el estupor y la maravilla" pag. 202

No debe pasar inadvertido el sesgo irónico y hasta humorístico de buena parte de los episodios narrados, entre los que resulta particularmente hilarante la controversia de la ventana del museo o el duelo de toses entre vigilantes de distintas salas. Por lo demás, es innegable el ascendiente de Kafka, Musil, Walser y Bernhard, es decir, de la mejor literatura centroeuropea del siglo pasado. El estupor y la maravilla sin embargo -frente a la atmósfera sombría, claustrofóbica y a menudo pesimista que preside la obra de los autores citados- posee un inconfundible carácter afirmativo, de celebración y acatamiento de la vida (y acaso esta sospecha de resignación o conformismo sea la única debilidad de la novela)

"En realidad, no creo que haya que moverse mucho para saberse vivo. Cuanto más nos movemos, más descubrimos lo muertos que estamos. Lo que he aprendido en el museo (...) es a estarme quieto. Todos nuestros movimientos a lo largo de nuestra vida tienen un único propósito: aprender a estarse quieto" pag. 272

Página tras página Pablo D'Ors, mediante un sutil entramado de impecable factura -tan liviano que se diría inexistente-, va levantando la frágil estructura de El estupor y la maravilla que, como un castillo de naipes prodigioso, se muestra al lector tras la última página en toda su efímera y majestuosa estatura.

"Lo que realmente me atrae -ahora lo sé- es ver a los hombres bajo el influjo de las obras de arte: en ese instante, como también -aunque de otra forma- cuando están bajo los efectos del enamoramiento o de la oración, hay en todo individuo algo que le hace único y conmovedor" pag. 195

Tal y como se dice en algún momento de la novela, "cualquier vida es insólita o estrafalaria vista desde fuera". Lo extraordinario, sin duda, es contarlo con la maestría de Pablo D'ors.

Un libro escrito en estado de gracia.


Hasta pronto
_______________________________________________________________

(Para no deslucir la reseña dejo aquí aparcadas algunas reflexiones inoportunas, acaso, pero pertinentes)

Resulta cuanto menos desolador la exigua acogida que ha obtenido este libro entre la cada vez más mediocre y desorientada crítica literaria de este país. ¿Cómo es posible que haya pasado desapercibida -con la excepción de Ricardo Senabre en El Mundo- una obra de este calibre? o para ser más precisos ¿por qué los lectores de diarios de tirada nacional como El País o ABC o La Razón no han tenido apenas noticia de la publicación de El estupor y la maravilla? y por lo tanto ¿cual es la función -aparte de la publicitaria- que cumplen en la actualidad los suplementos, y por ende los críticos, literarios en España?

Resignémonos a repetir lo que memorablemente escribió Francisco Rico "pocas cosas, en los últimos años, más distantes de la literatura que la teoría y la crítica literarias"

jueves, 17 de abril de 2008

OSTRAS Y CHAMPAGNE



Hace 123 años tal día como hoy nacía en la localidad danesa de Rungsted la escritora Karen Blixen -más conocida por Isak Dinesen, nombre de pluma bajo el que publicó su célebre libro de memorias Out of Africa. Cuenta la leyenda que en su vejez sólo se alimentaba de ostras y champagne.

"En verdad llevamos máscaras según vamos envejeciendo, las máscaras de nuestra edad, y los jóvenes creen que somos como parecemos, lo cual no es el caso"

(Extraído del libro Vidas escritas de Javier Marías)

martes, 15 de abril de 2008

COMO UN ERIZO


El 15 de abril de 1878 nacía en Suiza Robert Walser, escritor que con el paso del tiempo se ha convertido en un clásico a pesar de sí mismo. A la edad de 51 años fue ingresado en el hospicio de Waldau tras un intento de suicidio y trasladado tres años más tarde al asilo de Herisau donde permaneció hasta su muerte en 1956. Durante uno de sus paseos con el también escritor Carl Seelig dejó dicho lo siguiente:

"La felicidad no es buen material para un escritor. Es demasiado autosuficiente. No necesita comentario. Puede dormir enrollada sobre sí misma, como un erizo. En cambio el dolor, la tragedia y la comedia están llenos de potencial explosivo. No hay más que prender la mecha en el momento oportuno. Entonces suben al cielo como cohetes e iluminan toda la región"

(Traducción de Carlos Fortea)

lunes, 14 de abril de 2008

ARQUEÓLOGO DE ESPUMAS








Tim Severin

El viaje de Simbad

Ediciones del Bronce, 2000






"El tiburón debió morder el anzuelo en las primeras horas de oscuridad de la noche anterior, pues el animal estaba totalmente exhausto en el momento en que advertí el tenso sedal de la caña de pescar al primer resplandor del amanecer. Con un clamoreo de triunfo, varios hombres corrieron hacia la barandilla del barco, cogieron la caña de pescar y comenzaron a tirar de ella rápidamente. Cuando la forma de torpedo del tiburón, de unos dos metros de largo, rompió la superficie del mar, el animal comenzó a revolverse de un lado a otro con desesperación, como asfixiado por la falta de aire. El agua se agitaba formando espuma alrededor del cuerpo sacudido del animal, y en el momento en que el sedal dejó de ser lo suficientemente fuerte como para sacarlo verticalmente fuera del agua, con cautela se lanzó en dirección al tiburón, que se retorcía, un palo largo provisto de un gancho improvisado en su extremo. El gancho resbalaba de un lado a otro sobre la piel húmeda y reluciente del tiburón, buscando uno de los orificios vulnerables, un ojo, una hendidura en una agalla, o la boca. Pero se cometió un error. Arqueándose con un estallido final de pánico, el tiburón arrojó todo el peso de su cuerpo contra el palo, como queriendo pasar por encima de la caña de pescar. El sedal en tensión se partió en dos debido al tirón y el tiburón cayó hacia atrás en el mar, quedando suspendido por un instante; luego, con un lento y exhausto bamboleo, volvió a hundirse en el océano" pag. 15

De esta prodigiosa manera comienza El viaje de Simbad, crónica de una travesía legendaria -de Mascate (Omán) a Cantón (China), pasando por Malasia, Singapur y Sumatra- en una embarcación a vela de nombre Sohar fabricada artesalmente con madera embastada -esto es, unida mediante cuerdas de fibra de coco-, tras la estela del célebre personaje de Las 1001 noches. Contra todo pronóstico la poderosa y vibrante escritura de Tim Severin en ningún momento desfallece, ni siquiera cuando pormenoriza las interminables jornadas de calma chicha navegando al sur de la Bahía de Bengala a la espera de los vientos monzónicos. El viaje de Simbad, por supuesto, puede leerse también como una estupenda novela de aventuras.

"En algunas ocasiones, las descargas eran tan cercanas que producían un estrépito sordo y penetrante semejante al restallido de un látigo gigante, y la embestida del rayo parecía explotar como una granada de metralla haciendo que brillantes trocitos de electricidad estática pasasen zumbando sobre el barco con una velocidad tremenda, de modo que uno libremente bajaba la cabeza para esquivarlos como si hubiesen disparado un cohete a través de la cubierta" pag. 252

A las pocas páginas de iniciada la singladura el lector ya se encuentra familiarizado con la intrépida tripulación del Sohar constituida a partes iguales por marineros omaníes originarios de la isla de Minicoy -"los camisas verdes"- y por científicos occidentales, a la manera de las expediciones europeas de exploración que proliferaron durante los siglos XVIII y XIX: el pícaro cocinero Shanby sustituido a mitad de travesía por Ibrahim, el experto timonel Abdullah, el audaz Peter Dobbs, "el abuelo" Jumah, o incluso el patoso y excéntrico fotógrafo Richard Greenhill. Asimismo Tim Severin y sus hombres tuvieron como compañeros de viaje desde grillos, moscas, cucarachas y ratones -a bordo del Sohar-, hasta delfines, atunes, tiburones o una desorientada golondrina:

"Era un ave pequeña y esbelta, con una cola en abanico bien formada, alas ahusadas, largas y estrechas, un cuerpo blanco moteado de manchas oscuras, piernas rojas y una cabeza redonda bastante cómica, con un delicado pico fino y romo. Por la noche, la golondrina de mar se situaba cerca del timonel, sobre la franja de luz emitida por su quinqué. Allí se permitía ser cogida y acariciada con mansedumbre, pero parecía incómoda, por lo que le dábamos agua fresca para beber y la dejábamos estar, una silueta acobardada y de brillantes colores expectante en la oscuridad" pag. 221

Quien lea este libro sabrá lo útil que es tener siempre a mano una cinta métrica o una caja de whisky y descubrirá el misterio del Cementerio de Elefantes en Sri Lanka. Quien lea este libro sentirá sin duda la brisa del mar en su rostro, conocerá casi de primera mano los aparejos de un barco de vela y acaso descubra al finalizar la lectura un regusto salobre en sus labios:

"Cuando el remolino de viento estuvo a bordo, dió lugar a una sensación breve pero extraordinaria. Éramos conscientes de la pavorosa velocidad del viento, imposible de calcular pues carecíamos de parámetros, de suerte que habia una sensación asombrosa, casi refrescante, en el aire, que debe haber estado girando en un círculo completo en torno al vórtice a dos o tres revoluciones por segundo. Nuestras mejillas fueron vigorosamente aguijoneadas por el rocío, primero una y después la otra en una sucesión rápida, cuando el vórtice nos pasó por encima y la dirección del viento cambió describiendo un giro de 180 grados (...)" pag. 272

Tim Severin es un viajero y escritor peculiar que, como relata Javier Reverte en el prefacio de este libro, "saltó a la fama cuando, en 1976, realizó con una embarcación fabricada de pieles de buey la travesía de Irlanda a Norteamérica, siguiendo las trazas de un mítico viaje de las leyendas gaélicas, el viaje de San Brendan". Desde ese momento y hasta el día de hoy ha emulado con éxito el itinerario de los viajes por mar de la gran literatura: The Jason Voyage: The Quest for the Golden Fleece, 1986 (El viaje de Jason: en busca del Vellocino de Oro), Tracking Marco Polo, 1986 (Tras la pista de Marco Polo), The Ulysses Voyage, 1987 (El viaje de Ulises), In Search of Moby Dick, 1999 (En busca de Moby Dick), Seeking Robinson Crusoe, 2002 (Buscando a Robinson Crusoe). Asimismo es autor de una serie de novelas históricas sobre vikingos y piratas. ¿Algún editor español se decidirá a publicar los libros admirables de este "arqueólogo de espumas" (1) y magnífico escritor que es Tim Severin?


Hasta pronto

(1) Gracias por esta feliz expresión a Antonio Rivero Taravillo, poeta, viajero y traductor.

domingo, 13 de abril de 2008

El crítico pope

Si bien favorece la emergencia de nuevas voces y puntos de vistas, la desaparición de esta figura hegemónica constituye, según el crítico español, "un indicio inequívoco de la merma de la crítica, de su función cada vez más problemática".

Semanas atrás se celebró en Buenos Aires un encuentro sobre crítica y medios de comunicación. Al encuentro, coordinado por el escritor y agitador cultural Rodolfo Fogwill, bien conocido por estos pagos, asistieron varios críticos y periodistas chilenos. Entre ellos Álvaro Matus y Pedro Pablo Guerrero, quienes, con perspectivas concéntricas, abordaron un asunto -el del crítico pope, es decir, aquel que desempeña un papel hegemónico dentro de un determinado sistema literario- que sin duda concierne muy especialmente a Chile, pero que tiene que ver, más generalmente, con la función tradicional que hasta hace bien poco ha solido corresponder al crítico cabal, entendiendo por tal aquel que, más allá del comentario sucesivo de los libros que caen en sus manos, aspira a ordenar la visión que alcanza a tener de la literatura de su tiempo y a influir en la recepción que ésta obtiene.

No solamente la pluralidad de los medios de comunicación, sino también su sometimiento generalizado a las consignas de la industria cultural y el desmantelamiento correspondiente de toda tribuna de autoridad susceptible de interferir en las tendenciosas dinámicas del mercado han terminado por extinguir, dentro y fuera de Chile, esta especie de crítico, cuya sola evocación no deja de suscitar toda suerte de aprensiones y de ironías. En esta misma columna se evocaba hace unos semanas la caricatura que se hacía de él en la figura de Anton Ego, el crítico gastronómico que tanto protagonismo acapara en la película de animación Ratatouille (Disney&Pixar). Pero cualquiera conserva en su mente modelos aún más plausibles de crítico pope brindados por el cine, como ese Edison Dewit (George Sanders), crítico teatral que narraba la historia de Margo Channing (Bette Davis) en Eva al desnudo, de Joseph L. Mankiewicz (1950). Se trata, por lo general, de figuras que oscilan entre la antipatía, la arrogancia, la fatuidad y el cinismo, y ello aun si, por las razones que sea, resultan, pese a todo, atractivas o intimidantes.

Por lo que a Chile toca, la figura del crítico pope ha presentado características muy peculiares, debido tanto a la concentración de la prensa de este país en muy pocas manos como a la circunstancia, no del todo casual, de que dos de los críticos que en el transcurso del último siglo han ostentado una hegemonía más perentoria -Omer Emeth e Ignacio Valente, los dos desde las páginas de El Mercurio- pertenecieran al clero católico. En sus charlas de Buenos Aires, Matus daba cumplida y razonada noticia de este dato realmente insólito, mientras Guerrero abordaba específicamente el caso de Ignacio Valente, cuyo puesto ha encontrado sin duda quien lo ocupe (Camilo Marks, en la actualidad), pero cuya posición nadie ha heredado en realidad, debido más que nada a que, dadas las circunstancias, esa posición ha dejado de ser posible.

Esta última consideración -la de que ya no hay lugar para un crítico pope, ni en Chile ni fuera de Chile- suele hacerse con satisfacción y alivio, en cuanto parece apuntar a una democratización del criterio cultural y a un socavamiento de las siempre incordiantes posiciones preponderantes. No cabe duda de que, dadas las circunstancias, en efecto, al crítico sólo le cabe el papel de francotirador más o menos emboscado en el espeso bosque del periodismo cultural y de la publicidad explícita o camuflada. No cabe duda de que la descentralización de la crítica favorece la emergencia y desarrollo de puntos de vista alternativos o inusuales (como fueron, desde Las Últimas Noticias, la críticas de Alejandro Zambra, o como vienen siendo, desde The Clinic, las de Mao Tse Tung). Nadie supone ya, por otra parte, que un crítico pueda dar cuenta él solo de la vastísima producción editorial, por muy ceñido y supuestamente representativo que sea su criterio seleccionador.

Pese a lo cual, hay que admitir que la extinción del crítico pope constituye un indicio inequívoco de la merma de la crítica, de su función cada vez más problemática. Pues se trataba, en definitiva, de una figura de enorme utilidad, tanto para los lectores como para los escritores, que se servían de ella para orientarse o construirse, ya fuera por afinidad o por antagonismo, una y otro contrastados a lo largo de una relación que se prolongaba en el tiempo y que entrañaba un caudal compartido de lecturas. Y que entrañaba, no tanto el acatamiento de una presunta autoridad (siempre susceptible de ser impugnada), como el reconocimiento de una comunidad (la que esa autoridad interpelaba, una comunidad construida por lecturas e intereses compartidos) capaz de sostener, a través de ella, una discusión no distorsionada directamente por los eslóganes comerciales y las cifras de ventas.

Dadas las circunstancias, al crítico sólo le cabe el papel de francotirador más o menos emboscado en el espeso bosque del periodismo cultural y de la publicidad explícita o camuflada.

Ignacio Echevarría

El Mercurio, 13 de abril de 2008

miércoles, 9 de abril de 2008

ERA INÚTIL LLORAR


Era inútil llorar. La tarde lenta
dejaba en nuestras frentes su cansancio,
su acento impenetrable de amargura.
Era inútil decir que nos amábamos,
el mundo no era nuestro, lo sabíamos,
como sabe la noche el horizonte.

Caía desde el cielo un gran sollozo.
Era inútil llorar; tú estabas pálida.
En mis ojos, la luna se moría
coronada de besos amarillos,
como en tus claros cabellos celestes
la luz se hacía escarcha lejanísima.

Íbamos por ciudades arrasadas,
por extraños caminos encendidos
de nieve. Yo sufría. Devanabas
dulcemente la seda de mis horas.
Entonces, empezó la más oscura,
la más triste de todas las canciones.

Hace 92 años tal día como hoy nacía en Barcelona el oscuro poeta y célebre simbolista Juan Eduardo Cirlot. Este desolado poema de amor pertenece al libro Árbol agónico publicado el mes de junio de 1945.

martes, 8 de abril de 2008

EL ESCRITOR ES EL ESTILO








Danilo Kiš

La Enciclopedia de los muertos

El Aleph, 2002









Danilo Kiš es un escritor de origen yugoslavo y ascendencia judía cuyo prematuro fallecimiento ocurrido en 1989 truncó una meteórica carrera litararia no tanto por el número de ventas de sus libros cuanto por la creciente repercusión internacional de una obra elogiada por Joseph Brodsky, traducida en la actualidad a más de veinte idiomas y comparada con la de Italo Calvino, Borges o Bruno Schulz. No resulta en absoluto superfluo mencionar también que Danilo Kiš tradujo a su lengua materna a autores de la talla de Baudelaire, Verlaine, Queneau o Alexander Blok.

Los nueve relatos que contiene La enciclopedia de los muertos están de una u otra forma relacionados con la muerte. Pero no se piense que por ello el tono general del volumen sea necesariamente fúnebre o siniestro. Tal y como el propio autor advierte en el Post Scriptum se trata de "variaciones" en torno a textos religiosos y profanos de diversa procedencia -desde el Corán a una leyenda gnóstica pasando por los Protocolos de los Sabios de Sion- de tal manera que "este libro podría llevar el subtítulo de 'El diván occidental-oriental', en un contexto claramente irónico y paródico". Así, el lector se puede encontrar una heterodoxa parábola cristiana (Simón el Mago), la desconsolada plegaria por una puta (Honores fúnebres), el relato de una resurrección (La leyenda de los siete durmientes), un atroz episodio espiritista (El espejo de los desconocido), una fábula con moraleja (La historia del Maestro y del disípulo), una ambigua historia de heroísmo (Es glorioso morir por la patria), un enjundioso ensayo convertido en ficción (El libro de los reyes y de los tontos) y finalmente una documentada crítica a la crítica indocumentada (Sellos rojos con la efigie de Lenin).

"Uno no puede llevar su biblioteca personal sobre la espalda como un caracol. La única biblioteca personal del hombre es la que permanece en su memoria: la quintaesencia, el residuo" pag. 148

En cuanto al relato que da título al libro -el más destacado del conjunto a pesar del tópico recurso final del sueño- es una claustrofóbica y minuciosa pesadilla en torno a una enciclopedia recóndita, recopilada por una "extraña casta de eruditos", con innegables resonancias borgianas (Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, La biblioteca de Babel, Del rigor de la ciencia):

"La historia es para el «Libro de los muertos» la suma de los destinos humanos, un conjunto de acontecimiento efímeros. Por esta razón está reseñada cada actividad, cada pensamiento, cada soplo creador, cada cota inscrita en el registro, cada pala de barro, cada movimiento que haya desplazado un ladrillo de los muros derrumbados" pag. 63

Lo primero que llama la atención al lector es la supremacía de un estilo elegíaco, discursivo, poderoso y subyugante que se enseñorea de la escritura desde la primera línea dejando al hilo narrativo en un segundo plano lo cual paradójicamente no resta un ápice de interés a los relatos. En uno de los ensayos del libro Homo poeticus (1983) Danilo Kiš realizó la siguiente declaración de intenciones: "El argumento de mis libros es, para citar a Nabokov, el estilo. O viceversa: el estilo de mis libros es su argumento". Y es que como ya dejó dicho Juan Benet, citando a Buffon: "El estilo es una plataforma superior sobre la que descansa el lenguaje. El estilo es sobre lo que puedes trabajar. Con el lenguaje apenas puedes hacer nada. Las palabras te vienen dadas por el uso y entonces es una cosa común a todos. El escritor, en definitiva, es el estilo" (1).

"Sordos, el oído sellado por el plomo del sueño y la pez de la oscuridad, yacían inmóviles, ensimismados ante la tinieblas de su ser, tinieblas del tiempo y de la eternidad que había petrificado su corazón de durmientes, que había detenido su aliento y el movimiento de sus pulmones, que había helado el rumor de la sangre en sus venas" pag. 76

Por su acusada inspiración "libresca", la índole metaliteraria y el caracter de palimpsesto de los relatos que forman La enciclopedia de los muertos, se podría aplicar al escritor balcánico la disuasoria etiqueta de "escritor para escritores". Sin duda sería más acertado definir a Danilo Kiš con el pleonasmo "escritor para lectores". Para lectores, eso sí, con buen gusto.

"La historia la escriben los vencedores. El pueblo teje las leyendas. Los escritores imaginan. Sólo la muerte es innegable"

Tan sólo resta apuntar un pequeño descuido en la por lo demás brillante traducción de Nevenca Vasiljevic: en el relato La Enciclopedia de los muertos aparece varias veces el término "geómetros" (¿?) donde debería decir cartógrafos. Es una lástima que la exquisita prosa de Danilo Kiš se vea enturbiada por una errata que se podría haber evitado con una simple revisión del texto previa a su publicación. Confiemos en que se cuiden estos detalles en la edición de su obra completa que está llevando a cabo El Acantilado.


Hasta pronto


(1) Juan Benet, Cartografía personal, pag. 146

sábado, 5 de abril de 2008

FILOSOFIA Y ROCK AND ROLL






José Luis Pardo

Esto no es música

Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, 2007







Jose Luis Pardo ya había dado muestra de su poco convencional forma de entender la filosofía en su anterior entrega, La regla del juego (2004), de la que el presente libro, a primera vista, pudiera considerarse una mera continuación o apéndice. No en vano Esto no es música comienza donde aquél terminaba -según afirma el autor en nota a pie de página-, sirviendo como hilos de continuidad entre uno y otro las citas de los Beatles. En esta ocasión, sin embargo, quizá su atrevimiento ha llegado demasiado lejos porque ¿puede escribirse un libro de filosofía a partir de la portada del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band? (1). La respuesta es este libro excelente que contiene una auténtica "silva de varia lección" sobre la cultura popular.

Precedido de un resumen de su contenido escrito en un tono de acusada ironía -cuando no abiertamente sarcástico-, cada capítulo del libro se titula con cierta sorna, siguiendo corte a corte los temas del álbum Abbey Road (1969). Así por ejempo You never give me your money se convierte en el castizo -y un punto macarra- No sueltas un felús o Carry that weight en el proverbial Cargar con el mochuelo. No resulta incongruente, pero sí insólito, que Esto no es música incluya como apéndice una discografía, copada en su mayor parte por los Beatles. Pero detengámonos siquiera un instante en la portada del Club de los Corazones Solitarios y su sargento picante:

"(...) allí estaban, junto a Lennon, McCarney, Harrison, Starr y sus figuras de museo de cera de Madame Tussaud, escritores como Poe, Huxley, H.G. Wells, Bernard Shaw, Lewis Carroll o Wilde, pensadors como Marx o C.G. Jung, políticos de XIX como Robert Peel (el padre de los Bobbies), numerosos líderes espirituales y religiosos orientales, poetas como Dylan Thomas, músicos como Stockhausen, actrices como Mae West, Marlen Dietrich y Marilyn Monroe, artistas plásticos como Richard Lindner o Wallace Berman, actores como Stan Laurel y Oliver Hardy, científicos como Albert Einstein y un boxeador tan célebre como Sonny Liston" pag. 10

Ejerciendo de privilegiado cicerone, Jose Luis Pardo -y cabría comparar, por una parte, su afilado entendimiento con el machete que esgrime el explorador para abrir un sendero en la maleza y, por otra, la ya citada portada de los Beatles con un abigarrado mapa del tesoro- al tiempo que persigue con éxito "desentrañar los entresijos de la cultura pop", realiza un fértil y minucioso escrutinio de los acontecimientos que hicieron posible el llamado Estado del bienestar. Veamos, por ejemplo, algo de lo ocurrido en 1954:

"El 8 de septiembre se firmó en Manila el tratado de la Organización del Sudeste Asiático (SEATO), y el día 11 comenzó a soplar el huracan 'Edna' causando 21 muertos en la costa Este de Estados Unidos. El 31 murió la madre de Marlo Brando, que ese año recibiría el Oscar al mejor actor de Hollywood por 'On the waterfront' (y que se encuentra a la izquierda de Tom Mix en la foto). Mientras Marilyn se separaba del baseball al son del mambo que le había dedicado el maestro Dámaso Pérez Prado, se abrieron por primera vez las puertas de Dineylandia, y el 3 de noviembre se emitió por televisión (ABC) el largometraje de Disney 'Alice in Wonderland', con guión de Aldoux Huxley (debajo de Mae West en la foto) sobre los relatos de Lewis Carroll (al lado de Marlene Dietrich en el álbum)" pag. 69

Asimismo Esto no es música desarrolla una ambiciosa reflexión en torno a la controversia histórica de la dualidad original-simulacro (que deviene arbitraje entre una buena y una mala copia) y en el camino conduce al autor -mediante jugosas calas en la obra de filósofos como Platon, Aristóteles, Leibniz, Kant, Marx y Hegel, pero también de Erns Jünger, Umberto Eco, William Maxwell o nuestro Rafael Sánchez Ferlosio- a disquisiciones de mayor o menor calado sobre el tiempo y su ritmo, la naturaleza de la ficción o nuestra percepción del pasado:

"Y es así, efectivamente, como experimentamos la antigüedad: como un tiempo que produce desechos, ruinas en las que vemos deshacerse lo que alguna vez fueron grandes monumentos y vastos imperios de los que sólo quedan escombros y despojos, como si ya en la erección de aquellas grandezas estuviera secretamente prevista la destrucción a la cual estaban fatalmente condenadas" pag. 36-37

Debido a su carácter simbólico, Jose Luis Pardo considera el encuentro de 1808 entre un ya caduco Goethe y el todavía pujante Napoleón -"verdadero forjador de las naciones modernas"- como un punto de inflexión que clausura una época y a la vez inaugura eso que se ha dado en llamar la modernidad: "El emperador recogía el testigo de las manos del poeta porque la poesía había sido superada por la historia o, como ahora decimos, la realidad había superado a la ficción" pag. 181

Con gran sentido de la oportunidad Esto no es música presenta -Deleuze mediante- a un Nietzsche revolucionario, combativo y dolorosamente lúcido que acaba dando la espalda a la alta cultura, encarnada por su viejo amigo Wagner, para abrazar la cultura de masas en la figura de la popular zarzuela. Un Nietzsche -y buena falta que hace- puesto al día:

"Lo que Nietzsche llama «la muerte de Dios» no es un acontecimiento susceptible de ser fechado en la historia. Y no porque no haya sucedido nunca sino, al contrario, porque no ha dejado de suceder a lo largo de los tiempos. La muerte de Dios ocurre cada vez que en el mundo sufren los inocentes, porque en ese mismo momento la fábula de que un Dios bueno gobierna el curso de los hechos se torna insostenible y el propio Dios se convierte en inverosímil" pag. 337

Escrito con un lenguaje llano -téngase en cuenta que incluso el culpable de este blog ha sido capaz de entenderlo cabalmente (o eso al menos se ha resignado a creer)- pero en absoluto trivial, y aligerado por completo de el galimatías conceptual y de esa retórica pueril que los filósofos de ahora utilizan en sus escritos con el propósito no tanto de confundir o desanimar al lector advenedizo cuanto de enmascarar su absoluta carencia de imaginación, Esto no es música destila brillantez expositiva, clarividencia y osadía a partes iguales.

Reconozcámoslo, no es posible agotar en este por fuerza breve comentario la riqueza de ideas e intuiciones que como fogonazos asaltan al afortunado lector de este libro.

Esto no es música -y no hay recompensa mayor- da que pensar


Hasta pronto

(1) Parafraseando el artículo Las señoritas de Aviñó y las de Vargas de Felix de Azúa, publicado en El País el 10/12/2007

viernes, 4 de abril de 2008

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS


El 4 de abril de 1974 el poeta Alfonso Costafreda se quitó la vida en Ginebra a la edad de 47 años. Póstumamente se publicó el libro de premonitorio título Suicidios y otras muertes:

VIDA TAN MALOGRADA

Vida tan malograda no debiera contarse,
a quién hablar, con qué lenguaje.
De haber verdades o razones o respuestas,
para mí mismo las tuviera.
Si delicada o poderosa
pudiera mi mano consolarte,
a tí te la daría,
más no la tengo para nadie.