lunes, 14 de abril de 2008

ARQUEÓLOGO DE ESPUMAS








Tim Severin

El viaje de Simbad

Ediciones del Bronce, 2000






"El tiburón debió morder el anzuelo en las primeras horas de oscuridad de la noche anterior, pues el animal estaba totalmente exhausto en el momento en que advertí el tenso sedal de la caña de pescar al primer resplandor del amanecer. Con un clamoreo de triunfo, varios hombres corrieron hacia la barandilla del barco, cogieron la caña de pescar y comenzaron a tirar de ella rápidamente. Cuando la forma de torpedo del tiburón, de unos dos metros de largo, rompió la superficie del mar, el animal comenzó a revolverse de un lado a otro con desesperación, como asfixiado por la falta de aire. El agua se agitaba formando espuma alrededor del cuerpo sacudido del animal, y en el momento en que el sedal dejó de ser lo suficientemente fuerte como para sacarlo verticalmente fuera del agua, con cautela se lanzó en dirección al tiburón, que se retorcía, un palo largo provisto de un gancho improvisado en su extremo. El gancho resbalaba de un lado a otro sobre la piel húmeda y reluciente del tiburón, buscando uno de los orificios vulnerables, un ojo, una hendidura en una agalla, o la boca. Pero se cometió un error. Arqueándose con un estallido final de pánico, el tiburón arrojó todo el peso de su cuerpo contra el palo, como queriendo pasar por encima de la caña de pescar. El sedal en tensión se partió en dos debido al tirón y el tiburón cayó hacia atrás en el mar, quedando suspendido por un instante; luego, con un lento y exhausto bamboleo, volvió a hundirse en el océano" pag. 15

De esta prodigiosa manera comienza El viaje de Simbad, crónica de una travesía legendaria -de Mascate (Omán) a Cantón (China), pasando por Malasia, Singapur y Sumatra- en una embarcación a vela de nombre Sohar fabricada artesalmente con madera embastada -esto es, unida mediante cuerdas de fibra de coco-, tras la estela del célebre personaje de Las 1001 noches. Contra todo pronóstico la poderosa y vibrante escritura de Tim Severin en ningún momento desfallece, ni siquiera cuando pormenoriza las interminables jornadas de calma chicha navegando al sur de la Bahía de Bengala a la espera de los vientos monzónicos. El viaje de Simbad, por supuesto, puede leerse también como una estupenda novela de aventuras.

"En algunas ocasiones, las descargas eran tan cercanas que producían un estrépito sordo y penetrante semejante al restallido de un látigo gigante, y la embestida del rayo parecía explotar como una granada de metralla haciendo que brillantes trocitos de electricidad estática pasasen zumbando sobre el barco con una velocidad tremenda, de modo que uno libremente bajaba la cabeza para esquivarlos como si hubiesen disparado un cohete a través de la cubierta" pag. 252

A las pocas páginas de iniciada la singladura el lector ya se encuentra familiarizado con la intrépida tripulación del Sohar constituida a partes iguales por marineros omaníes originarios de la isla de Minicoy -"los camisas verdes"- y por científicos occidentales, a la manera de las expediciones europeas de exploración que proliferaron durante los siglos XVIII y XIX: el pícaro cocinero Shanby sustituido a mitad de travesía por Ibrahim, el experto timonel Abdullah, el audaz Peter Dobbs, "el abuelo" Jumah, o incluso el patoso y excéntrico fotógrafo Richard Greenhill. Asimismo Tim Severin y sus hombres tuvieron como compañeros de viaje desde grillos, moscas, cucarachas y ratones -a bordo del Sohar-, hasta delfines, atunes, tiburones o una desorientada golondrina:

"Era un ave pequeña y esbelta, con una cola en abanico bien formada, alas ahusadas, largas y estrechas, un cuerpo blanco moteado de manchas oscuras, piernas rojas y una cabeza redonda bastante cómica, con un delicado pico fino y romo. Por la noche, la golondrina de mar se situaba cerca del timonel, sobre la franja de luz emitida por su quinqué. Allí se permitía ser cogida y acariciada con mansedumbre, pero parecía incómoda, por lo que le dábamos agua fresca para beber y la dejábamos estar, una silueta acobardada y de brillantes colores expectante en la oscuridad" pag. 221

Quien lea este libro sabrá lo útil que es tener siempre a mano una cinta métrica o una caja de whisky y descubrirá el misterio del Cementerio de Elefantes en Sri Lanka. Quien lea este libro sentirá sin duda la brisa del mar en su rostro, conocerá casi de primera mano los aparejos de un barco de vela y acaso descubra al finalizar la lectura un regusto salobre en sus labios:

"Cuando el remolino de viento estuvo a bordo, dió lugar a una sensación breve pero extraordinaria. Éramos conscientes de la pavorosa velocidad del viento, imposible de calcular pues carecíamos de parámetros, de suerte que habia una sensación asombrosa, casi refrescante, en el aire, que debe haber estado girando en un círculo completo en torno al vórtice a dos o tres revoluciones por segundo. Nuestras mejillas fueron vigorosamente aguijoneadas por el rocío, primero una y después la otra en una sucesión rápida, cuando el vórtice nos pasó por encima y la dirección del viento cambió describiendo un giro de 180 grados (...)" pag. 272

Tim Severin es un viajero y escritor peculiar que, como relata Javier Reverte en el prefacio de este libro, "saltó a la fama cuando, en 1976, realizó con una embarcación fabricada de pieles de buey la travesía de Irlanda a Norteamérica, siguiendo las trazas de un mítico viaje de las leyendas gaélicas, el viaje de San Brendan". Desde ese momento y hasta el día de hoy ha emulado con éxito el itinerario de los viajes por mar de la gran literatura: The Jason Voyage: The Quest for the Golden Fleece, 1986 (El viaje de Jason: en busca del Vellocino de Oro), Tracking Marco Polo, 1986 (Tras la pista de Marco Polo), The Ulysses Voyage, 1987 (El viaje de Ulises), In Search of Moby Dick, 1999 (En busca de Moby Dick), Seeking Robinson Crusoe, 2002 (Buscando a Robinson Crusoe). Asimismo es autor de una serie de novelas históricas sobre vikingos y piratas. ¿Algún editor español se decidirá a publicar los libros admirables de este "arqueólogo de espumas" (1) y magnífico escritor que es Tim Severin?


Hasta pronto

(1) Gracias por esta feliz expresión a Antonio Rivero Taravillo, poeta, viajero y traductor.

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