domingo, 24 de febrero de 2008

EN BUSCA DE ALEJANDRO MAGNO






Robin Lane Fox

Alejandro Magno

Acantilado, 2007







¿Quién no ha jugado de niño a ser Alejandro Magno? ¿Quién no se ha imaginado cabalgando a lomos del mítico Bucéfalo? ¿Quién no ha fantaseado alguna vez con el más valiente y audaz de los guerreros, el apuesto conquistador, el discípulo de Aristóteles?

Vana es la tarea de resumir en unas líneas la fabulosa epopeya de Alejandro Magno. Quizá baste, sin embargo, un apresurado inventario de sus etapas para vislumbrar la magnitud de la odisea: de Tebas a la homérica Troya, de Persépolis a Afganistán, del Mar Caspio al Ganges, del Indo al desierto de Makran, de el Punjab a Babilonia donde al cabo encontró la muerte.

Con buen criterio (y mejor olfato literario) el historiador Robin Lane Fox nos advierte desde el prólogo que Alejandro Magno "es tema para una búsqueda, no para una narración, pues hasta tal punto era ése el estilo y el contenido de las primeras historias que se escribieron sobre él que cualquier relato con pretensiones de fiabilidad sólo puede resultar dudoso". Es decir, éste no puede ser un libro de historia o una biografía al uso, menos aún uno de esos engendros tan de moda -biografía novelada o novela histórica-, y ni siquiera tiene "pretensiones de fiabilidad". De esta manera el autor inscribe astutamente su libro dentro de un género literario tan anglosajón como el de las 'biografías detectivescas' ("quest" en inglés), entre las que a este lector inquieto le ha sido dado leer una auténtica delicia, En busca del barón Corvo de A.J.A. Symons.

Se puede atribuir sin asomo de duda cierta índole detectivesca al exhaustivo trabajo de documentación de Lane Fox (sólo las notas y la bibliografía ocupan unas 130 páginas) en vista de que todas las fuentes conocidas son de "segunda o tercera mano, tal y como fueron parafraseadas por otros escritores clásicos cuatrocientos años más tarde". Un ejemplo palmario de lo anterior -teñido de una cruel ironía- es la incierta causa de la muerte del historiador Calístenes: "pocos episodios permiten comprender más claramente las dificultades que entraña la búsqueda de Alejandro que el hecho de que su propio historiador, según dijeron los contemporáneos informados, muriese de cinco maneras distintas"

Dueño de un lenguaje de sugestiva elocuencia y dotado con una singular maestría para la claridad expositiva -ni siquiera cuando se describen pormenorizadamente las intrigas en la corte de Alejandro o las relaciones entre las tribus asiáticas decae un ápice la tensión narrativa y por tanto el interés del lector-, Robin Lane Fox asimismo hace gala de una perspicacia poco común para desvelar insospechados matices mediante una conjetura feliz: "Alejandro tenía veintinueve años, era invencible y se encontraba en el límite de un continente desconocido: volver sobre sus pasos habría sido sumamente aburrido (...) Si la ambición de Alejandro era alcanzar el límite del mundo, este objetivo obedecía más a la curiosidad que al anhelo de poder" .

Abundan en el libro certeras apostillas sobre detalles técnicos, como el innovador resorte de torsión de las catapultas, junto a eruditos pasajes acerca de los asuntos más variados -el elefante asiático, las armas de asedio macedonias o la proskynesis (especie de beso devoto persa)- que a modo de fecundas digresiones se enhebran a la perfección en el tejido del relato componiendo finalmente un tapiz de impecable factura que ofrece descripciones tan sobrias y, por ello mismo, tan conmovedoras como la del ejército macedonio tras la invasión de la India:

«Habían sufrido dos hambrunas y sus vestidos estaban tan hechos jirones que la mayoría se vestían con prendas indias: los caballos tenían las patas doloridas y las carretas resultaban inútiles en unas llanuras que se habían convertido en una ciénaga. Finalmente el clima había hecho mella en su espíritu. Durante los últimos tres meses, las lluvias los había empapado hasta la medula. Las hebillas y los cinturones se habían corroído y las raciones se pudrían, pues el moho estropea el grano; las botas estaban agujereadas y todavía no habían terminado de pulir las armas cuando la humedad volvía a cubrirlas otra vez de verdín» pag. 593.

En resumidas cuentas, Alejandro Magno nos revela a un militar brillante, a un caudillo generoso y a la vez despiadado, a un gobernante calculador, con un "astuto sentido político", que se ganó la admiración de los persas pero también a "un hombre resistente, resoluto y valiente", un "luchador mortífero" que "tenía sin embargo amplios intereses aparte de la guerra: la caza, la lectura, el patrocinio de la música y el teatro, así como su duradera amistad con artistas, actores y arquitectos".

A pesar de toda su erudición Robin Lane Fox no consigue -ni pretende, acaso- desvelar el enigma de Alejandro Magno.


Seguiremos soñando, pues.


Hasta pronto

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